domingo, 26 de febrero de 2017

El papel de la mujer en la tecnología y tradición cerámica. Pasado y presente



“EL PAPEL DE LA MUJER EN LA TECNOLOGÍA Y TRADICIÓN CERÁMICA. PASADO Y PRESENTE”.
por  Alicia Hernández Tórtoles. 

Hasta ahora se ha hablado del material cerámico como un elemento más en registro arqueológico, en la medida que nos aporta datos cuantitativos y cualitativos, sin prescindir de ninguna de sus variables y proyecciones, ya sean por sus características morfológicas, como elementos de datación, marcadores identitarios, económicos o sociales. Y es dentro de estos marcadores de identidad entra el tema que nos acontece, y es la actividad de la mujer en el papel representado por las sociedades pasadas y presentes en la elaboración de la cerámica. 

Dicho esto, no se pretende realizar una analogía directa entre sociedades, distanciadas crono-culturalmente en espacio y tiempo, pues ello supondría caer en un intento de legitimización de la ideología presente (basada en una sociedad occidentalizada), para intentar explicar el “qué ocurría” en el pasado (Hernando 2016). Por ello, introductoriamente, considero que este escrito no es sino un preludio al extenso mundo de la producción cerámica y sus relaciones de género. Entendiéndose una vez más estas relaciones como las diferencias en el grado de individualización entre mujeres y hombres.

Sin embargo, creo importante, antes de continuar, destinar un breve apartado a la reflexión sobre la importancia de la “materialidad” cerámica y del útil y su función o finalidad es sí, desde que se selecciona la pella de barro hasta que se transforma en una vasija y se utiliza para comer, almacenar, o simplemente se abandona y se destruye. Bajo esta perspectiva, el planteamiento que se pretende dar a la cerámica no es el de un objeto únicamente musealizable, ni tampoco el tratamiento de la cerámica “como persona” (Cobas y Prieto 2001). Este apartado pretende reflejar la trascendencia de la cerámica como un código producido por una cultura, y de cómo se perciben las marcas de uso dejas en el registro arqueológico, junto a las pautas sociales llegaron a implicar.

No hace falta insistir demasiado en que la cerámica constituye uno de los materiales artificiales de mayor pervivencia en el tiempo y espacio. La forma de producción, es decir, la elección de la técnica de elaboración, son decisiones que reflejan una manera determinada de hacer las cosas, que debe ser premeditada y energéticamente viable (Makowski y Oré 2013). Este gasto requiere de una organización logística como el abastecimiento de materia prima, la decantación y preparación de los barros, el modelado, la decoración… y de unos espacios donde realizar el proceso de secado, cocción y almacenaje de las piezas (Fig. 1).

Fig. 1. (Izq.) Mujer del pueblo de Kalabougou (Río Niger) cociendo sus propias ollas de cerámica a mano. Fuente: http://www.veniceclayartists.com/women-using-traditional-pottery/ (Der.) Cocción a fuego abierto en Zlakusa, Serbia (1993¡6). Fotografía (fuente) de B. Djordjevic.

El proceso de elaboración cerámica es por tanto la respuesta a una sucesión de necesidades, tiempos y espacios (López de Heredia 2014: 48). Obliga a la comunidad a tener una cierta estabilidad, al menos en poblamiento y disposición temporal para el abastecimiento de las materias primas. Observado el proceso desde esta perspectiva se abren numerosos interrogantes sobre la producción: si existe una especialización, la existencia de redes comerciales, la distribución de los puntos de producción, etc., y con ello quién elabora la cerámica; si es hombre, mujer o ambos. Dentro de esto, atendemos a variables de género tales como su papel social, la transmisión del conocimiento que ello implica. 

Si era hombre o mujer, son numerosas informaciones etnoarqueológicas las que afirman que la cerámica realizada a mano es un elemento eminentemente femenino (López de Heredia 2014: 48). La autora Rice (1999), ampliamente conocida en este campo, indica que la mujer, en su amplia extensión del grupo, se dedica más a la cerámica en zonas donde la agricultura es simple o extensiva, mientras que se suele tratarse de una alfarería masculina cuando es una actividad especializada y asociada a sociedades más complejas y la agricultura intensiva. En este ámbito, destaca la actividad de la ya puesta en valor etnoarqueología, y más recientemente los trabajos de González Ruibal (2005) en diversas zonas de África, especialmente en Etiopía. 

En varias zonas de este país se ha cuestionado la producción alfarera como una actividad realizada por los “marginados” por ser una actividad que ensucia las manos… y lo que simbólica e ideológicamente ello supone. También, en ciertas regiones, son las mujeres más pobres y sin recursos (como aquellas cuyas familias carecen de tierras cultivables), las que realizan esta actividad (Fig. 2). Por el contrario, otras áreas también etíopes se contraponen a estos principios, pues las alfareras no están marginadas (González Ruibal, 2005: 50), y además, en algunas comunidades, la reserva de arcilla se considera un bien de prestigio y un rico patrimonio (López de Heredia 2014: 48). Esta contraposición aparentemente entre estatus social parece guardar relación con las costumbres de cada pueblo para el caso de estudio, y el valor que se le da la cerámica como forma de transmitir una identidad social, que dependerá de la ideología de cada comunidad.


Fig. 2. Seban Fané, mujer alfarera, de la localidad de Bamana (Kunògò, Mali, 1991), en el África Occidental. La alfarería en esta región forma parte de una compleja red social y artística. Los “alfareros” se identifican colectivamente como nyamakalaw, y junto con los trabajos de herrería y del cuero forman una clase social separada. El término de “alfarero”; numumuso, se traduce como “mujer del herrero”, si bien esta denominación abarca mucho más que simplemente ser madre, esposa o hija de un herrero. Estas familias de hombres herreros y alfareros, protegen los secretos de sus oficios por las prácticas endogámicas del matrimonio. Fuente: Imagen de Barbara E. Frank (1991) https://africa.uima.uiowa.edu/topic-essays/show/5?start=0.



La mujer, en sociedades mencionadas como la africana, transmiten la identidad social no por pertenecer a una etnia concreta, sino por estar adscritas a una facción política; cuando una mujer cambia de poblado mediante las relaciones matrimoniales (González-Ruibal 2003: 38-46) con ella se mueve no sólo la cerámica, sino los principios que estructuran la lengua, la cosmovisión, la demografía, etc. Son toda una serie de elementos extraños y aparentemente exógenos en una determinada tradición local, que se pueden ver reflejados en la cerámica, pues es el reflejo social de la mujer que deja detrás su lugar de nacimiento para irse a otro sitio. Este reflejo se puede observar en prácticamente todos los grupos humanos de tradición ceramista. Por ejemplo, durante la I Edad del Hierro, resulta evidente que el hombre tuvo un papel determinante en la formación de la desigualdad social y las élites. En el caso masculino va asociado a un estatus de poder, resultado de una identidad de género masculino en los sistemas patriarcales (Molas Font, en: González-Santana 2012). Así por ejemplo, según la etnoarqueología, cuando algunas mujeres cambian de poblado por matrimonio continúan realizando las mismas formas y decoraciones que aprendieron, y serán las que ellas trasmitan (y quienes las transmitan) (Calvo et al. 2004: 16). 

El estudio cerámico vinculado intrínsecamente a la mujer incorpora a la investigación una serie de temas relacionados con el desarrollo de la vida social, como son las “actividades de mantenimiento, su relación con el espacio y su asociación a las mujeres” (Idem; pág.9). Tal y como ocurre en Etiopía, la mujer tendría un protagonismo ontológico en la circulación de ideas, que inevitablemente podría influir en la variación de la tipología cerámica, así como su decoración. Es este vínculo el que une a la mujer con la cerámica directamente, si bien son teorías explicativas que se argumentan en el registro material (y otras fuentes, como la escrita o la tradición oral) y su interpretación. Son cada vez más frecuentes los estudios en este ámbito de la Prehistoria que intentan vislumbrar la autoría de las cerámicas, en base por ejemplo a las huellas e improntas digitales en la manufactura y decoración cerámica. Son los denominados dermatoglifos (Sacristán de Lama 1993, Coll 2000, Williams 2007: 403, Blanco 2012: 324, Mígueza et al. 2016), a través de los cuales se pueden sonsacar datos como si la marca pertenece a un hombre o una mujer, o a un adulto o infantil (Fig. 3).

Fig. 3. Borde con decoración de digitaciones; yacimiento de Monte Bernorio (Palencia). Se aprecian las huellas y marcas en donde los dedos se apoyarían para realizar la pieza. Fuente: la autora. Laboratorio de “Monte Bernorio y su Entorno”, Universidad Complutense de Madrid e IMBEAC.




En la actualidad (a día de hoy y en la mayor parte de regiones, independientemente del continente), la cerámica está elaborada indistintamente por un sexo u otro, aunque se tiende a asociar al sexo femenino en el ámbito de la Prehistoria y la Protohistoria, como se ha comentado para la Edad del Bronce o del Hierro, siendo esta división un tema de considerable interés, ya desde la Antropología (Murdock y Provost 1973, Brown 1970; en: Rice 1999: 217). El adscribir la producción cerámica de manufactura a mano a la mujer viene dado por una serie de factores, recogidos por Rice (1999: 215-232), y que guardan relación, primeramente, con la calidad de las materias primas. 

Sin embargo, debido a que es un tema de actual discusión, me limitaré a exponer lo recogido por esta autora, en base a sus investigaciones e interpretaciones. La mujer se asocia con el manejo de los materiales de las primeras etapas de la producción (la arcilla y su extracción, así como la decantación o levigado, si se tratase de cerámica a torno) ya que se considera que es un material blando y fácilmente manejable, en lo que a cerámica modelada a mano se refiere. Por otro lado, requiere de herramientas de “fácil” uso en comparación con los útiles empelados posteriormente para el torneado. Esto se aprecia por ejemplo en sociedades del actual Egipto, en donde la mujer se encarga de las tareas de la producción alfarera relacionadas con las primeras fases de recogida de la arcilla, decantación y amasado, y posteriormente es el hombre el que decora de las piezas da el acabado final (Padilla 2016). Esto genera cierta controversia, pues esta variable puede depender no tanto del sexo, sino que es cuestión de edad, y por lo tanto de experiencia o sabiduría. Hay representaciones greco-corintias (ss.VI y V a.n.e) de la actividad alfarera en la Antigua Grecia (fuentes iconográficas como las tabletas corintias de Penteskoupia) (Coll 2000) que reflejan un aprovisionamiento de materias primas y la extracción del barro como tareas realizadas por individuos fuertes y jóvenes; los aprendices, simulando los “kuroi” (Fig. 4).

Fig. 4. (Izq.) Representación del trabajo del barro, en este caso extracción de la arcilla de la cantera, en pinax votivos greco-corintios. Fuente: Coll 2000 (p. 195). (Der.) Detalle de la hydria ática de Caputi (imagen: imagen: http://cda.morris.umn.edu/~dabbsj/womartslsex1.htm), en donde se representa a una mujer decorando una vasija cerámica en un taller alfarero en Grecia. Fuente: Vizcaíno 2011 (p. 130).



Otro factor que enfatizaría la presencia femenina en la cerámica es que esta actividad permite ser compaginada con otras dentro del hogar, como el cuidado de los infantiles, los tejidos, etc., asociadas también a la mujer. Coincidiría en este caso, pues según esta autora, la cerámica a mano no requiere de mayor esfuerzo aparentemente. El ejercicio es más bien repetitivo, sin peligro, con unas tareas que pueden ser interrumpidas y retomadas, que no necesiten una concentración intensa, y que puedan realizarse en las cercanías del hogar. De un modo u otro, la importancia del recipiente cerámico gira en torno a la materialidad en sí misma; son una serie de conceptos, algunos más tangibles y abarcables quizás que otros, aunque todos ellos imprescindibles para el avance científico, como pueden ser las fases de producción, o la misma cuestión sobre si eran alfareras o alfareros, y en base a qué argumentos. 

Con estas premisas asentadas, y con unas manos, por así decirlo, especializadas (a tiempo parcial o completo), ya sean las de una mujer o un hombre, se puede hablar de industria cerámica. Los talleres pueden ser individuales o estar agrupados por necesidades de mercado, materias primas, etc., pues la producción está orientada básicamente a la obtención de un beneficio (García Heras 1999: 221-239). Y cerrando esta cuestión tratada ¿es la alfarería un útil colectivo o individual? La respuesta dependerá de la sociedad que se esté tratando, como resulta lógico, aunque siempre va a tener un punto de colectividad (Vidal 2008, 2014: 375-74) en cuanto que se va a transmitir de manera social, ya estemos hablando de los propios conocimientos o del objeto en sí. 

Y a modo de conclusión, decir, sin intención de equipar posiciones y/o roles sociales, la tradición cerámica nos habla de una participación femenina destacada, en la génesis del fenómeno alfarero (Vizcaíno 2011), independientemente del ámbito, período o región en que se dé. La mujer podríamos afirmar es un ítem en la estructura socio-cultural más que se desenvuelve de forma aparentemente autónoma en las esferas y actividades designadas socialmente, y que pueden o no confluir con las de hombre, tal y como recoge Vizcaíno (2011) en su interpretación. Para su abordaje, una formación personal sobre los fundamentos de la Arqueología de Género creo que es imprescindible, pues permite abordar el estudio de la figura femenina desde su consideración como grupo independiente, pero dentro siempre de un contexto. Y no sólo en Arqueología, sino en otras disciplinas como la Historia, Sociología o Etnografía, pues aquí reside la alternancia entre pasado, presente y futuro que permite tener un conocimiento global de cómo se han abordado los estudios de las mujeres en diferentes campos. 

Bibliografía:
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Recomendación de lectura à B. Frank “Art and life in Africa”, University of Iowa. Museum of Art. Recurso online, disponible en: https://africa.uima.uiowa.edu/topic-essays/show/5?start=0

Recomendación de lectura à Jayne E. Shatz (2008): “Jayne Shatz Pottery. Women's contribution to the ceramic field”. Recurso online, disponible en: http://www.jayneshatzpottery.com/WOMEN.html

Recomendación de lectura à Ceramics and Pottery Arts and Resources (2012): “Women with pots”. Recurso online, disponible en: http://www.veniceclayartists.com/women-with-pots/

Recomendación de lectura à Ceramics and Pottery Arts and Resources (2015): “Women using traditional pottery”. The University of Iowa. Museum of Art. Recurso online, disponible en: http://www.veniceclayartists.com/women-using-traditional-pottery/ (https://africa.uima.uiowa.edu/)

Sobre la autora de este artículo:

Graduada en Arqueología por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente, realizo investigaciones relacionadas con la cerámica prehistórica en el Norte Peninsular, entre otros temas relacionados. Mi trayectoria académica se basa en el estudio, interpretación y divulgación de las culturas y sociedades del pasado, de una forma profesional, científica, responsable y eficiente. Estoy especialmente interesada en el estudio del período extensible de la Prehistoria reciente a la Antigüedad tardía, tanto en la Península Ibérica como en otros contextos. Completando esta perspectiva, mi interés versa en ámbitos relacionados con el Patrimonio cultural, Etnoarqueología, Antropología física, Arqueología del paisaje, Arqueología de la identidad, Arqueología experimental, Museología, etc., expandible a sus diversos ámbitos y sociedades del pasado/presente.

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